PROGRAMAR es un arte que obliga a plantearse preguntas de solución compleja. ¿Debe limitar se una orquesta a un repertorio convencional, sin abandonar valores reconocidos como Beethooven, Brahms o Dvorák? ¿O debe afrontar asimismo repertorios inhabituales o que gozan de me- nor favor popular, para que el público pueda conocerlos y apreciarlos? Una orquesta como la Sinfónica de Navarra debe atender al repertorio contemporáneo y a la música española menos habitual. En este concierto, se da- ban cita ambos repertorios y aunque el apéndice zarzuelístico fue poco natural, (pudo apreciarse en la interpretación), programas como éste enriquecen la cultura musical.
El concierto se abría con Fragmentos del Satiricón, obra de Fernando Buide ganadora del pre- mio de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas y Fundación BBVA en 2013. Se trata de una composición aparentemente episódica, donde destaca el cuidado en el tratamiento orquestal. Se suceden clímax de gran fuerza dramática con secciones más calmadas, donde los solistas de la madera (particularmente la flauta) crean texturas cercanas al debussysmo sin renunciar a las asperezas. La obra se escucha con agrado y no pierde la atención del público. La Sinfónica de Navarra ofreció una interpretación muy lograda con un José Ramón Encinar que demostró dominar bien la partitura. Esperamos con ex- pectación la repetición de la obra con la Sinfónica de Euskadi.
El Concierto en modo galante de Joaquín Rodrigo es una obra neoclásica pero sin asomo de ironía. No muestra la inspiración del Concierto de Aranjuez, pues le falta una melodía tan memorable como el tema del Adagio del concierto guitarrístico, pero fue una buena herramienta para el lucimiento de su dedicatario, el chelista Gaspar Casadó. Asier Polo, que lo interpretó en esta ocasión, siguió sorprendiendo por la extraordinaria intención de su articulación y su naturalidad. José Ramón Encinar y la Sinfónica de Navarra dejaron sabiamente dominar a un solista muy inspirado. La propina, el comienzo de la Suite para violonchelo solo de Casadó, no podía ser más oportuna.
Los dos fragmentos de Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de Tomás Marco causaron profunda impresión en el público. La obra sigue muy de cerca el poema de García Lorca, particularmente en el primer movimiento. Una secuencia de cinco acordes repetidos obsesivamente recuerdan el célebre verso del poema: “A las cinco de la tarde”. Entre medio, se escuchan pequeños retazos líricos que terminan en los mismos acordes. La representación de la cogida es muy convincente, pero se hizo dura a un público no acostumbrado que luego no supo valorar un segundo movimiento trascendido, claramente elegíaco, concluido con un clímax orquestal impresionante. La Sinfónica de Navarra realizó una interpretación muy bien planteada, con un gran conocedor como José Ramón Encinar.
El bloque zarzuelístico no con- venció en materia interpretativa. Pasar de la tensión dramática de la obra de Tomás Marco al preludio de La Revoltosa requiere un cambio radical de actitud y José Ramón Encinar, aunque ha frecuentado la zarzuela, no es un especialista.
En conjunto, nos quedamos con tres nombres propios: el chelista Asier Polo por su arte extraordinario, Fernando Buide por su obra que muestra a un autor en ascenso y Tomás Marco, una figura de gran prestigio en el panorama nacional. El concierto permitió escuchar música para todos los gustos, aunque no todos quedaron complacidos por igual.
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